Domingo 18 de Julio de 2010, 23:16

Basavilbaso renovó sus reclamos por el esclarecimiento del aten

| La comunidad judía local recordó a las 85 víctimas mortales y más de 300 heridos que provocó el atentado a la sede de la mutual judía en Buenos Aires. Durante el acto cívico-religioso, que se realizó este domingo en horas de la tarde en la biblioteca “Lucienville”, se renovó el reclamo de justicia admitiendo que “duele profundamente” ver a muchos de los líderes regionales compartiendo abrazos con quienes niegan el Holocausto y llaman a la destrucción del Estado de Israel. “Nos duele profundamente oír a amigos y compañeros sumidos en la defensa de grupos fundamentalistas como Hamas y Hezbolah”, se dijo.


“Venimos a erigirnos en soldados de la memoria”, comenzó diciendo la [imgTexto=1279495811.jpg]Dra. Silvia Glaz de Rosquin[/imgTexto] al comenzar el acto. “La memoria es el espejo donde miramos a los ausentes, pero también es el resorte que nos vincula al pasado y nos permite construir un mundo más justo”, prosiguió la dirigente de la Asociación Israelita de Basavilbaso quién hizo una semblanza de lo ocurrido el 18 de julio de 1994 en el “corazón de nuestra Capital” y las consecuencias atroces que provocó. Seguidamente recordó que el menor de las víctimas fatales, Sebastián tenía 5 años, “hoy tendría 21”; y la mayor, Mónica, tenía 73 y hoy tendría 89. Para Rosquin el ataque “estaba dirigido a la comunidad judía, pero atentaron contra toda la sociedad Argentina”. Más adelante dijo que aquellos que fueron asesinados el 18 de julio de 1994 dejaron un enorme vacío en los corazones de sus familiares y de todas las personas sensibles y solidarias. “16 años sin justicia y ni un solo día sin memoria. 85 vidas cumplen hoy 16 años menos, la falta de justicia 16 años más”, exclamó. A la ceremonia cívico-religiosa asistieron dirigentes de la comunidad judía local, la Intendente, Blanca Rossi y representantes de distintos credos. El [imgTexto=1279495923.jpg]Padre Raúl Läderach[/imgTexto] expresó el mensaje por la Iglesia Católica, el [imgTexto=1279495698.jpg]Pastor Martín Volz[/imgTexto] de la Iglesia Luterana y [imgTexto=1279495502.jpg]Daniel Soifer[/imgTexto] por la comunidad judía de Basavilbaso. Soifer se preguntó: “¿Cuál es el sentido del horror, la violencia y el terror? ¿Quiénes son los que siembran el dolor y pueden seguir viviendo libres y sin castigo?”. El religioso aseguró que “seguimos sin respuestas, desde hace 16 años. En la Argentina se grita “Tzedek, tzedek, tirdof” (Justicia, justicia, perseguirás) -expresión del Profeta Isaías, extraídas de la Santa Biblia-”, y se quejó que la justicia “sigue sorda a tan fuerte explosión, insensible a tanta desgracia y muda para revelar quines son los culpables”, y de inmediato realizó una plegaria de recordación para “nuestros hermanos” fallecidos en el atentado, quienes fueron “despojados del valor de la vida por manos cobardes y asesinas”. En otro momento muy emotivo de la ceremonia los organizadores convocaron a la Intendente, Blanca Rossi para que en compañía del titular de la Asociación Israelita de Basavilbaso, Contador Miguel Bajaroff encendieran una de las dos velas en homenaje a “nuestros 85 muertos”. Luego hicieron lo propio [imgTexto=1279495265.jpg]Adela Roimiser y Carlos Muñiz[/imgTexto]. Seguidamente hizo uso de la palabra el [imgTexto=1279495404.jpg]Dr. Miguel Augusto Carlín[/imgTexto] quién eligió para la ocasión leer un artículo del periodista paranaense Luis María Serroels que expresó: “este domingo y una vez más, la comunidad internacional evoca con tristeza y asombro un nuevo aniversario, el número 16, de uno de los más graves atentados terroristas ocurridos en nuestro país. El 18 de julio de 1994, a las 9.53, una Buenos Aires llena de urgencias y apresuramientos, más metrópoli que nunca pareció temblar. A esa fatídica hora, los argentinos experimentamos con dureza aterradora, el gran estallido homicida, la estruendosa agresión, la interminable pesadilla a ojos abiertos, el trauma lacerante, la sinrazón fundamentalista traducida en el ataque afrentoso hacia el género humano, el desprecio por la vida ajena, el final de la tolerancia, la decadencia del amor. Producto de odios ancestrales aderezados con rencores fratricidas e impulsados por ignominiosos propósitos, el terrorismo internacional escogió el país de todos los argentinos para un hecho que tocó la conciencia del mundo entero. Fue la miseria de los hombres que se niegan a sí mismos, traducida en un ataque que detuvo los relojes y pareció paralizar los corazones. El edificio sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina se desplomaba (al igual que en marzo de 1992 ocurriera con la embajada de Israel), en una nueva exteriorización de la barbarie. Esta vez, con el saldo de 85 muertos, 300 heridos y mutilados y centenares de viviendas y comercios cercanos gravemente afectados. Pero al mismo tiempo se desplomaban la libertad, la justicia, el derecho, la tolerancia, el respeto recíproco, en suma, la vida misma. La dinamita y el gelamón asesinos, hechos detonar por asesinos que fueron adiestrados y enviados por asesinos, como resultante del odio de personas contra personas, la crueldad de individuos contra individuos y la desvalorización de la vida del semejante, dimensionaron el horror general y nos sumieron en la desazón interminable. Luego de más de una década y media, se mantiene el dolor pero también está intacta la indignación frente a tamaña consagración de la impunidad. Y eso debe acicatear la rebeldía contra la falta de resultados positivos por parte de quienes se han propuesto hacer que con el tiempo que transcurre huya la verdad. Seguimos demandando por el esclarecimiento y el condigno castigo a los responsables en todos los niveles de participación activa o por omisión y silencio cómplices. Seguimos llorando por las víctimas directas e indirectas, por los muertos, por sus familiares y por sus allegados Pero también por nosotros mismos, por nuestra incapacidad para evitar una segunda tragedia que siempre termina siendo hija de la falta de esclarecimiento de la primera. Y por la carencia del coraje suficiente para denunciar y enfrentar a los fundamentalismos de cualquier signo fogoneados por el nihilismo más pernicioso. Terminemos con las gastadas cantilenas declamatorias que proclaman el nunca más y prontamente quedan extraviadas en la nebulosa de la desmemoria. Que renazcan el compromiso colectivo, la profesión de fe, la vocación por la paz y la concordia, que deberían conformar el estado natural de las relaciones entre los hombres y las naciones. Por todos nosotros, por nuestros hijos y nuestros nietos. Por el ayer, por el hoy, pero más aún por el mañana. Hasta la semana que viene”. “El dolor por la impunidad se acrecienta además por el insólito apoyo de sectores de nuestra sociedad hacia los principales acusados de esta tragedia”, expresó la Dra. Rosquin. “¿En qué momento se alinearon el gesto progresista y el apoyo a grupos terroristas fundamentalistas?”, se preguntó al tiempo que afirmó: “todo esto nos duele en tanto argentinos y judíos pero sobretodo en nuestra condición de seres humanos”. Para finalizar la Dra. Rosquin aseguró que “duele profundamente” ver a muchos de los líderes regionales compartiendo abrazos con quienes niegan el Holocausto y llaman a la destrucción del Estado de Israel. “Nos duele profundamente oír a amigos y compañeros sumidos en la defensa de grupos fundamentalistas como Hamas y Hezbolah”, prosiguió para señalar finalmente que en los 15 actos anteriores se repitió la misma palabra: “justicia” y que “esperamos con dolor y optimismo no tener que repetirla el año que viene. Para ello, aún en los peores momentos de dolor e impotencia, debemos tener siempre firme nuestra arma más fuerte: la memoria”.