Domingo 9 de Diciembre de 2012, 13:52

Fieles cristianos celebraron el día de la Virgen y se preparan

| Este sábado fieles católicos de la ciudad marcharon en procesión hasta la ermita de la Virgen de Luján, sobre Ruta 39, donde la veneraron. Antes en la Parroquia “San José Obrero” el Padre Raúl Läderach bendijo un hermoso pesebre, de once piezas de sesenta centímetros de alto.


Sentir la cercanía de la Navidad es una bendición. Y es una bendición poder armar un pesebre que nos recuerde la humildad del Rey de Reyes, que eligió nacer entre los más pobres. Además el pesebre es ante todo un cuadro bíblico, una representación gráfica de los Evangelios de Mateo y Lucas, y de las profecías de Isaías. Es también una bendición que haya gente con un corazón y valores tan grandes que sepan ser agradecidos por los dones recibidos del Creador y que tengan el desprendimiento y la humildad de permanecer en el anonimato, al donar el hermoso pesebre que consta de once piezas de sesenta centímetros de alto, y que este 8 de diciembre, se bendijera en el Templo parroquial antes de iniciar la tradicional procesión hacia la ermita de la Virgen de Luján sobre Ruta 39. Fue palpable la emoción y el recogimiento de los numerosos feligreses que presenciaron la ceremonia dando testimonio de esa fe que nace del corazón, en este momento tan especial en que el catolicismo está siendo sutilmente perseguido. El pesebre es signo del nacimiento del hijo de Dios, y el arbolito, signo de vida. Ese árbol, después será leño convertido en la cruz donde morirá Cristo. Pero… ¿Por qué armarlo el 8 de diciembre?... Porque es una tradición de nuestro país y de algunos otros. Y como no lo vamos a armar el 8 de diciembre día de la Inmaculada Concepción, ¡el día que fue concebida la Madre del Salvador! El pesebre, si bien se conoce desde el siglo IV, fue inspiración de Francisco de Asís, alrededor del año 1223 incluir animales y reproducirlo en vivo, dándole así gran impulso a esta devoción. Por supuesto que la figura excluyente es el Mesías que puso su morada entre nosotros. Luego María y José, sus papás virginales que nos acompañan en la contemplación del Enviado del Padre. (Lc.2, 7) Los Ángeles (Lc.2, 9), mensajeros de Dios para los miembros del pueblo elegido y prefigurado en los pastores (Lc.2, 15) personas vigilantes, de almas sencillas y corazón abierto. También los astros del universo se conmueven y se acercan atraídos instintivamente por el Rey y Señor de todo, y una estrella (Mt. 2, 10), simple instrumento natural, sirve para indicar a los magos de oriente, encargados de escrutar los astros, el nacimiento de un ser excepcional que colmará sus expectativas de salvación. Por último, el burrito y el buey. Responden a la cita de Isaías 1,3, donde el Profeta dice que “el buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño, pero el Pueblo de Dios no conoce a su Señor”. Queda como mensaje que, así como el burrito y el buey, seres sin inteligencia, conocen a sus dueños y a quienes los alimentan, nosotros también conozcamos a Aquél que es nuestro Dios y Señor, nuestro amo que tiene Providencia sobre nosotros. El pesebre representa la tierra maltratada, que queda restablecida precisamente por el hecho de que se abre a Dios, que recibe nuevamente su verdadera luz, en la sintonía entre voluntad humana y voluntad divina. No es cierto que los hombres de hoy no tengamos esperanza. Pero algunos buscan apoyo únicamente en cosas vanas, que los conducen luego a un desencanto. Otros profesan una esperanza desgarrada y pasiva. No han entendido que el futuro no se da gratuitamente, se construye paso a paso, con los ojos puestos en el Señor. Otros viven una esperanza comprometida, animados por una seguridad sin titubeos: Dios se hizo hombre y permanece entre nosotros. Por eso, en este año de la fe nos atrevemos a pedirte: Dios bueno y misericordioso, que quisiste que tu Hijo naciera en humildad y pobreza, haz que, al contemplar hoy las figuras de este pesebre, nos sintamos llamados a ser fieles en el camino del Evangelio y que junto a todos nuestros hermanos de la tierra, alabemos tu bondad y celebremos la salvación que nos regalas. Y que María nos ayude a mantener el recogimiento interior indispensable para gustar la alegría profunda que trae el nacimiento del Redentor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Fuente: Grupo Emaus.