Martes 8 de Diciembre de 2015, 11:10

Francisco inició el Jubileo de la Misericordia

En el día de la Virgen | El Papa celebró la Misa de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y el inicio al Jubileo de la Misericordia, que se clausurará el 20 de noviembre de 2016, fiesta de Cristo Rey.


El Papa Francisco celebró, esta mañana, ante una multitud de peregrinos de todo el mundo, congregados en la Plaza de San Pedro a pesar de la lluvia y el frío, la Misa de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y la apertura de la Puerta Santa con la que se dio inicio al Jubileo de la Misericordia, que se clausurará en todo el mundo el 20 de noviembre de 2016, fiesta de Cristo Rey. El Santo Padre invitó a vivir con alegría el encuentro con Cristo, que puede transformar la vida de cada hombre, así como participar en este Jubileo que muestra “la profundidad de la misericordia del Padre que recibe a todos”. En su homilía, Francisco pidió vivir “la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo” y explicó que la Virgen María “es llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor ha hecho en ella”. “La gracia de Dios la envolvió, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, hasta el misterio más profundo, que va más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella un motivo de alegría, de fe y de abandono a la palabra que se revela”, dijo el Papa. Por tanto, “la plenitud de la gracia puede transformar el corazón, y lo hace capaz de realizar un acto tan grande que puede cambiar la historia de la humanidad”. El Papa señaló que “la fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios” puesto que además “Él no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva”. Francisco reconoció que “siempre existe la tentación de la desobediencia, que se expresa en el deseo de organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios”. “Es esta la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios”, sin embargo, “la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor que perdona”. “Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre”, indicó. Sobre el Jubileo de la Misericordia afirmó que “en breve tendré la alegría de abrir la Puerta Santa de la Misericordia”, y recordó que “cumplimos este gesto tan sencillo como fuertemente simbólico, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, y que pone en primer plano el primado de la gracia”. “Este Año Santo Extraordinario -aseguró el Papa- es también un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Será un año para crecer en la convicción de la misericordia”. Y citando a San Agustín indicó: “Cuánta ofensa se le hace a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia”. El Santo Padre recordó el concilio Vaticano II y pidió recordarlo como un “verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo”. “Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero”, dijo. Pero también “un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo”. “El Jubileo nos provoca esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio. Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano”, concluyó.