Jueves 16 de Febrero de 2006, 11:11

Busti habría gestionado campos del Ejército para ofrecer

REVELADORES ARCHIVOS DE L | El gobernador prometió pasteras en varias oportunidades pero no lo logró. Se comprometía a proveer “la energía eléctrica a costos internacionales, cañerías de gas natural, normas de seguridad, caminos y ferrovías hasta la planta”.

A los numerosos testimonios que prueban las reiteradas promesas del gobernador Jorge Busti de instalar celulosas en la costa entrerriana del río Uruguay, desde hace 18 años, y la promesa adicional de generar miles de empleos, se sumó una noticia que demostraría que el mandatario gestionó la entrega de campos del Ejército argentino en la provincia de Corrientes, durante el gobierno de Carlos Menem, para impulsar una celulosa en Concordia. “La empresa Masisa proyecta instalar en Concordia una planta de elaboración de pasta de celulosa, para lo cual necesita gran forestación y tiene en vista el Campo Ávalos (del Ejército Argentino) ubicado cerca de Monte Caseros, Corrientes. Se pide al ministro que intervenga para que se ceda en comodato por 30 años dicho campo para ser forestado, lo cual crearía allí y en Concordia, cientos de puestos de trabajo, quizá más de dos millares”. Así publicó el diario El Heraldo en febrero de 1997 los datos aportados por el gobernador Busti, que se encargó de resumir personalmente ante la prensa de Concordia los resultados de una reunión mantenida minutos antes con el entonces ministro del Interior, Carlos Corach, en busca de concesionar 30.000 hectáreas de una estancia del Estado a Masisa, una firma de capitales chilenos y norteamericanos. Para esa época, la provincia había privatizado numerosos servicios públicos como la banca, la explotación energética, un frigorífico, una empresa local de telecomunicaciones, otra aérea, por mencionar algunas, y las protestas de los concordienses habían dificultado la concesión de la hidroeléctrica de Salto Grande al capital foráneo. En la estancia Campo General Ávalos, que abarca las bellas barrancas del río Miriñay, pastaban 30.000 vacunos que meses después serían la punta de lanza de un plan nacional de erradicación de brucelosis y tuberculosis. La superficie es usada también para ejercicios militares por el Colegio Militar de la Nación; fue el sitio de encuentro de tropas argentinas y brasileñas en 1996, en la operación Cruz del Sur, y allí se han probado novedades tecnológicas para la realización de cartas de imágenes satelitales de apoyo a las Fuerzas Armadas. En septiembre de ese mismo año, el gobernador Busti informó a El Heraldo sobre su reciente visita a Santiago de Chile. “El empresario chileno (de la firma Masisa) habló con tanto amor sobre Concordia, que me emocionó”, dijo entonces y confió que Masisa había comprado 23.000 hectáreas para forestar “y necesita un total de 60.000 a fin de poder instalar una fábrica de pasta de celulosa para papel”, según la transcripción del diario concordiense. Allí insistió con la celulosa, pero no hizo referencia a la estancia Campo Ávalos. El hallazgo de archivos como estos cobra sentido a raíz de la insistente negativa de Busti a reconocer que él prometió la instalación de celulosas en diversas oportunidades y durante sus dos primeras gestiones de gobierno (va por la tercera, y aspira a una cuarta). Con el tiempo, se vio que esas promesas eran un tanto apresuradas porque las inversiones no se lograron. De hecho, la búsqueda de capitales para instalar celulosas no en Entre Ríos, del mimo modo en que lo hizo Uruguay, no empaña en nada la genuina lucha de los gualeguaychuenses por el medioambiente sano, ni desmiente las violaciones a tratados binacionales en que incurrió Uruguay, pero sí demuestra que antes de la protesta masiva de Gualeguaychú la provincia tenía planes (aunque precarios, claro) a favor de las celulosas, e inclusive con inversiones finlandesas como ocurre en Fray Bentos, y más aún: con la misma tecnología que hoy se cuestiona con fuertes razones. Según la zaga de informaciones publicadas sobre las pasteras pretendidas por esta provincia, las conversaciones llevaron muchos meses y en casi todos los casos se habló de “facilidades” del gobierno para asegurar la inversión. El gobernador se comprometía por ejemplo a proveer “la energía eléctrica a costos internacionales, cañerías de gas natural, normas de seguridad, caminos y ferrovías hasta la planta”. Todo ello es de conocimiento público en Entre Ríos, está en los diarios. Además, estas gestiones coincidían con las realizadas por inversores similares en la República Oriental del Uruguay, donde las firmas Botnia y Ence ya plantaban eucalipto desde 1990 con vistas a las celulosas futuras. El corolario, en ese caso, fue el afincamiento de esas plantas en Fray Bentos, frente a Gualeguaychú. En uno de esos anuncios, el gobernador dijo que una sola industria iba a generar hasta 9.500 puestos de trabajo directos e indirectos, y la novedad fue recibida con beneplácito por los medios de comunicación local. [b]Kraft y Finlandia[/b] Bajo el título “Cuando las papeleras eran buenas noticias para Entre Ríos”, un diario de Concordia publicó este mes copias de diarios de esa ciudad que muestran algunas de las primeras promesas, en torno de las celulosas. En una de ellas el gobernador adelantaba al diario El Heraldo la firma de un acuerdo para la instalación de una industria de pasta celulósica con una inversión de 600 millones de dólares, de empresarios argentinos y canadienses. Eso ocurrió en 1988. El periodista preguntó a Busti: “¿En qué lugar se instalará la fábrica?”, y el gobernador respondió: “en una zona del río Uruguay, que los inversores están evaluando, ubicada entre Concepción del Uruguay, Colón y Concordia”. El mandatario informó que la industria iba a producir 350 mil toneladas anuales de pasta química blanqueada de fibra corta, proceso kraft, de alta calidad, destinadas principalmente al mercado de exportación. Iban a usar el proceso kraft (libre de cloro elemental), el mismo que prometen las firmas Ence y Botnia en Fray Bentos y que constituye el eje de las disputas actuales. Entonces, claro, no era cuestionado con la fuerza de hoy, pero de hecho si la gestión hubiera prosperado, la fábrica estaría funcionando con ese sistema. En cambio, la Argentina pide ahora a Uruguay, dados los avances tecnológicos, que las fábricas introduzcan el sistema TCF, totalmente libre de cloro; y los vecinos de Gualeguaychú directamente se niegan al establecimiento de cualquier planta de celulosa, con cualquier tecnología. [b]Casi 10.000 empleos[/b] “Una vez puesta en marcha la planta dará trabajo estable a 1.500 personas, previéndose que la necesidad de servicios adicionales que demandará su funcionamiento ocupará a otras 8 mil”, informaba el diario concordiense, con datos aportados por el propio gobernador Busti. Las noticias de entonces daban cuenta de la preocupación por una serie de asambleas callejeras realizadas en Concordia, contra un proyecto de privatización de la hidroeléctrica de Salto Grande, en estos términos: los inversores “necesitan además un panorama tranquilo, de paz, por lo cual la marcha de protesta hacia Salto Grande, si se producen incidentes, no contribuirá en nada a esa posible radicación”. Y “los canadienses traen trescientos millones de dólares y trabajo para 2.000 personas en forma directa y para muchos cientos más en forma indirecta. Eso sí, buscan la paz laboral, la tranquilidad. Y si se encuentran con un barullo en la ruta a Salto Grande, quizá se espanten y se vayan con la fábrica a otra parte”, agregaba la prensa oficialista. Esta fue sólo una de las reuniones mantenidas con empresarios interesados en instalar celulosas, pero hay noticias vinculadas al asunto durante toda la década del noventa. Las primeras noticias de 1988 resultan de interés también porque ya entonces se hablaba de inversiones de Finlandia (origen de la empresa Botnia): “se destaca del encuentro el apoyo del gobierno para facilitar la instalación de una planta, aportando obras de infraestructura como caminos, energía y viviendas... funcionarios provinciales enfatizaron que se intentará lograr una fábrica competitiva en el mercado mundial, que producirá papel onda y liner. La empresa financiará la industria a través de créditos externos y la asociación con capitales extranjeros, que podrían ser italianos, canadienses o finlandeses”, se puede leer en el diario El Heraldo, bajo el título “En la costa del río Uruguay proyectan la instalación de una industria papelera”. Las relaciones con la firma Arcor e inversores extranjeros para instalar una celulosa quedaron registradas incluso en uno de los dos Mensajes Anuales de Busti a la Legislatura en los que realizó referencias explícitas y esperanzadoras sobre el avance de proyectos de celulosas a orillas del Uruguay, luego frustrados. Los ejemplos son numerosos en los archivos, y aparecen promesas de inversiones de entre 350 y 600 millones de dólares para plantar celulosas. En marzo de 1998 el diario El Cronista informaba que “las canadienses Millar Western y NLK Consultant quieren levantar una planta de pasta celulosa de eucalipto entre Concordia y Paso de los Libres. El emprendimiento, que demandaría U$S 350 millones y 24 meses de construcción, incluye un plan de forestación de 30.000 hectáreas”, precisaba. Unos meses antes, durante una gira del vicegobernador Héctor Alanis y ministros entrerrianos por Estados Unidos, se contactaron con la firma Creative Trading de Chicago, y al regreso informaron: “Tiene especial interés en el sector papelero. Se compromete a identificar interesados concretos en la planta de celulosa de Entre Ríos”. En la legislación provincial aparecían entonces leyes y decretos que promocionaban la instalación de celulosas en Entre Ríos, con interesantes beneficios que nunca terminaron de seducir. Entre las firmas que conversaron con el gobernador Busti para instalar celulosas figuran Millar Westem Pulp y NI K Consultants, y Miller Wester Pulp, de Canadá; Creative Trading de Chicago, EE.UU.; Masisa de Chile; Gualtieri, Arcor, Nobleza Picardo e Iberpapel Argentina, de este país. La difusión de datos como los presentes fue valorada por manifestantes que cortan la ruta 136 en Gualeguaychú, que se quejaron, a su vez, de supuestas restricciones a la prensa en Uruguay. De hecho, como antes el presidente Tabaré Vázquez se quejaba de las empresas multinacionales que traían sus industrias sucias al sur, del mismo modo Jorge Busti prometía (si éxito) estas industrias y esta tecnología aquí, de modo que ninguno parece resistir un archivo. Conocer la honestidad o la falta de honestidad entre los protagonistas es un dato significativo incluso para salir del embrollo con inteligencia y dignidad. Por: Daniel Tirso Fiorotto.