Lunes 3 de Diciembre de 2007, 22:39

"Haber seguido a Jesús es lo mejor que me ha pasado en la

| El obispo de Gualeguaychú, Monseñor Jorge Lozano, celebró los 25 años de su ordenación presbiteral con sendas misas en la Catedral San José y en la Basílica Inmaculada Concepción, de Concepción del Uruguay.


En Gualeguaychú Lozano presidió la Eucaristía el domingo 2, en las vísperas de sus bodas de plata sacerdotales y fue acompañado por fieles de distintas comunidades de la ciudad e instituciones de la Iglesia local. Este lunes 3, por la mañana, el obispo recordó su consagración junto a los sacerdotes y religiosos de la diócesis en una misa de acción de gracias en la Basílica Inmaculada Concepción. Allí, Lozano expresó su alegría por el acontecimiento y se unió espiritualmente a los sacerdotes que fueron ordenados con él en 1982 y que en ese momento se reunían en el Santuario de la Virgen de Lujan para recordar la fecha. Durante la homilía el pastor diocesano comenzó dando gracias y expresó su intención de compartir “algunas experiencias desde el afecto”. Así, recordó que algo que lo ha marcado mucho desde el seminario es el deseo de libertad. “Una libertad tan grande que llega hasta poder tener la vida en las propias manos y entregarla. Una libertad que es posesión plena y total de uno mismo para un servicio, para una entrega”. Por eso el obispo dio gracias a Dios por la gran libertad que siempre pudo conservar y que, dijo, limitó cuando se fijó más en sus ganas que en el servicio que el Señor le ponía adelante. Luego comentó que en los 25 años de sacerdocio fue alcanzando varias certezas, “algunas de ellas acuñadas con dolor”, dijo. “La primera es que el amor vence al odio”, lo que muestra un camino a seguir: “nunca el de la revancha, exclusión o marginación sino el del amor.“ Esta “es una certeza muchas veces puesta en duda cuando vemos triunfar a los violentos o cuando vemos que quienes deciden sobre la vida de la humanidad o de nuestros pueblos son los más avaros”. “Frente a eso el Señor nos muestra cómo es su victoria: una victoria de entrega generosa en la cruz y que se manifiesta donde aparentemente había derrota y fracaso. Y ese es el modo en que se impone el amor, con su propia fuerza”, agregó el obispo. La segunda convicción es la necesidad de la comunión, la cual se construye “desde nosotros, que somos frágiles”. “La comunión no la construimos con lo mejor de nosotros sino con nosotros. Con aquellas cosas que más nos alegran de los hermanos y aquellas que nos hacen sufrir”. Lozano dijo que esta es una de las pruebas de la fe: el ver cómo la comunión se da en la fragilidad por una obra del Espíritu Santo y no por una cuestión de voluntarismo. “Otra constatación personal es que yo necesito de los otros, no me reconozco sin cariño de otros, sin amistad, sin comprensión”. Lozano reconoció que los errores más grandes que cometió en la vida han sido en soledad. “Han sido cuando me negué a la comunión, cuando me negué a la amistad”. El obispo de Gualeguaychú pidió perdón a Dios por algunas situaciones que le han tocado vivir. Por ejemplo cuando, mirando a alguien que se equivocaba, dijo que él nunca iba a hacer eso. “Le quiero pedir perdón al Señor por esa expresión soberbia de pensar que de eso yo nunca”. Luego comentó que también se ha arrepentido de que ante algún consejo su respuesta haya sido “no te preocupes que yo a esto lo manejo”; porque así no reconoció la mano fraterna que quería ayudarlo a levantarse. También comentó que la fe no le ha sido fácil. “Creer en Dios y perseverar en la fe y en la confianza no me resultó fácil. Hubo muchos momentos en mi vida sacerdotal en que creer fue verdaderamente una opción oscura y difícil, sostenida en la perseverancia por la comunidad, por los hermanos”. Luego reconoció que, acompañando al pueblo, aprendió a respetar mucho las heridas propias y las de los demás, “encontrando en cada una de ellas una manifestación de Dios.” Deseó que “volviendo los ojos a la cruz y al decir que por sus heridas fuimos curados y salvados, que podamos mirar en las heridas de la humanidad Dios mismo acercándonos una fuente de salvación. Por eso le pido al Señor -y lo pido para todos nosotros- que nos ayude siempre a tratar con mucho cuidado y ternura las heridas, como el buen Samaritano”. “Aprendí también, al tratar las heridas vinculadas a la muerte, que no tengo una respuesta verbal para todo pero que cada uno es respuesta de Dios. Que no hay que buscar echar mano a palabras sino a uno mismo y eso es lo que Dios nos da como respuesta, con nuestro silencio, comprensión y cariño”. En otro momento de su homilía, y ante la escucha atenta de los sacerdotes y religiosos que participaron de la misa, Lozano comentó que también ha visto cómo “hay vidas que son un infierno”. Pero en esto “me ayuda mucho saber que el Señor descendió a los infiernos para rescatarnos y no hay infierno al cual el Señor no haya descendido y no se pueda salir. No hay situación de horror o de pecado en la cual el Señor no nos esté tendiendo una mano.” Agregó que lo espanta cuando escucha decir de algunas situaciones que está todo perdido. “No es cierto. El Señor nunca mira a cualquiera de sus hijos, por más pecador que sea, y dice “acá no hay nada que hacer”. Por eso el pastor aconsejó tener la misma mirada y nunca dar una situación como cerrada, por más complicada que parezca. Finalmente dijo que siempre es mejor estar “junto a los derrotados que a los sumisos; del lado de quien aparentemente lo perdió todo que del que lo ha ganado”. “Estoy convencido también de que el Padre Dios nos sostiene en la palma de su mano y que siempre nos trata con ternura, misericordia y cariño. Y estoy convencido también de que haber seguido a Jesús con mis luces y mis sombras es lo mejor que me ha pasado en la vida” Monseñor Lozano fue ordenado sacerdote en Buenos Aires el 3 de diciembre de 1982 por el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Juan Carlos Aramburu. La celebración se realizó en el estadio de Obras Sanitarias de la Nación donde además recibieron la ordenación sacerdotal otros diecisiete diáconos. Era la primera vez que una celebración de este tipo se realizaba fuera de un templo. El 4 de enero de 2000 Juan Pablo II lo designó obispo titular de Fornos Mayor y auxiliar de Buenos Aires y el 21 de diciembre de 2005 fue designado al frente de la diócesis de Gualeguaychú.