Sábado 26 de Mayo de 2007, 16:53

"No hay paz sin justicia"

| Se realizó ayer en la Catedral San José de Gualeguaychú el tradicional Te Deum en agradecimiento por el 197º Aniversario de la gesta de Mayo. El mismo fue presidido por el Vicario General de la diócesis, Mons. Humberto Benetti, en razón de la ausencia del obispo diocesano Jorge Lozano, quien se encuentra en Aparecida, participando de la V Conferencia General del CELAM.


El párroco de la Catedral, Pbro. Edgardo Segovia, realizó la reflexión luego de la proclamación del Evangelio destacando que "los acontecimientos que dieron origen a nuestra Patria, con sus luces y sus sombras, nos develan la Mano providente de Dios, Señor de la historia". "Nos reconocemos bendecidos en este suelo, sus frutos y sus paisajes, entre tantos hombres y mujeres, nuestros hermanos, por la historia y las instituciones de la Patria, con el desafío de hacer de Argentina un hogar para todos sin excluir a nadie", agregó. Más adelante destacó que "nuestros próceres, al luchar y trabajar por la grandeza de la Nación, buscaban también consolidar la paz y el bienestar de sus habitantes. Queremos, como ellos, construir la Patria en paz, sabiendo que a la consecución de la paz va unida la búsqueda de la justicia, afianzada por la certeza de la dignidad de la persona humana y sus derechos y deberes fundamentales, que le permite reconocerse como hijo de Dios". "Sin olvidarnos que no puede arraigarse plenamente la equidad excluyendo el amor, "la justicia sin misericordia es crueldad; la misericordia sin justicia es la madre de la disolución". "Es una invitación a recordar que no hay paz sin justicia, ni justicia sin misericordia". Luego, antes las autoridades locales y provinciales, fuerzas de seguridad y delegaciones escolares presentes, el sacerdote invitó a ver "la vida con optimismo, a la luz esperanzadora del Evangelio, y encontremos que muchos valores pujan por sobrevivir y logran ha pesar de los contextos más adversos". Texto de la Homilía pronunciada por el Pbro. Edgardo Segovia "Queridos hermanos y hermanas: Hoy nos encontramos celebrando la vida y su historia, descubriéndola como don del Altísimo, es por eso que nuestra mirada y nuestra memoria son de gratitud. Los acontecimientos que dieron origen a nuestra Patria, cuya gesta de mayo cumple su 197 aniversario, en camino hacia su bicentenario, con sus luces y sus sombras, nos develan la Mano providente de Dios, Señor de la historia. Nos reconocemos bendecidos en este suelo, sus frutos y sus paisajes, entre tantos hombres y mujeres, nuestros hermanos, por la historia y las instituciones de la Patria, con el desafío de hacer de Argentina un hogar para todos sin excluir a nadie. Las palabras del salmo 137, que acabamos de proclamar, nos invitan a agradecer a Dios por su amor, pidiéndole que no abandone la obra de sus manos. Nuestro agradecimiento se eleva sobre todo por el bienestar y la paz, que al mismo tiempo nos hacen tener presente y pedir por aquellos más necesitados que todavía no comparten plenamente estos dones. Agradecemos a Dios por la Patria en que nacimos o vivimos, por la fe cristiana en la que está enraizada desde sus orígenes, por el respeto a otras confesiones religiosas, por su vasta cultura y por el crisol de razas, que nos dieron singularidad en estos doscientos años de vida en el conjunto de los Pueblos libres del Mundo. Nuestros próceres, al luchar y trabajar por la grandeza de la Nación, buscaban también consolidar la paz y el bienestar de sus habitantes. Queremos, como ellos, construir la Patria en paz. Sabiendo que a la consecución de la paz va unida la búsqueda de la justicia, afianzada por la certeza de la dignidad de la persona humana y sus derechos y deberes fundamentales, que le permite reconocerse como hijo de Dios. Sin olvidarnos que no puede arraigarse plenamente la equidad excluyendo el amor, "la justicia sin misericordia es crueldad; la misericordia sin justicia es la madre de la disolución" (Lectura super Matth., ed. Cai, 429). Es una invitación a recordar que no hay paz sin justicia, ni justicia sin misericordia. Veamos la vida con optimismo, a la luz esperanzadora del Evangelio, y encontremos que muchos valores pujan por sobrevivir y logran ha pesar de los contextos más adversos. Existen muchos hombres y mujeres en nuestra Patria que son honestos, sinceros y generosos, que son coherentes, comprometidos y solidarios, y son ellos quienes desde el trabajo anónimo y perseverante día a día aportan su grano de arena para reconstruir nuestro tejido social, aportando al Bien Común en los más diversos ámbitos de la realidad en todos los rincones del país. A estos argentinos laboriosos que hacen una Argentina mejor cada día, a los hombres y mujeres de buena voluntad, sea también nuestro reconocimiento y gratitud. Virgen de Luján, cuida al pueblo argentino, sostenlo en la defensa de la vida, consuélalo en la tribulación, acompáñalo en la alegría y ayúdalo siempre a elevar la mirada al cielo, donde los colores de nuestra bandera se confunden con los colores de tu manto inmaculado. ¡A ti el honor y la alabanza de tus hijos por siempre, Madre de Jesús y Madre nuestra!".